El 9 de
noviembre se cumplen 30 años de uno de los acontecimientos que marcaron el
siglo XX: la caída del muro de Berlín. Tras 28 años con la ciudad y el país
divididos, sería el primer paso para la reconciliación de un pueblo marcado por
diferentes acontecimientos políticos a lo largo del siglo.
La
división de Alemania y, con ello, de Berlín fue una de las tantas consecuencias
que tuvo la Guerra Fría en Europa. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial,
Berlín estaba dividida en cuatro sectores de ocupación: soviéticos, americanos,
ingleses y franceses. Las malas relaciones entre comunistas y aliados se fueron
acrecentando, las diferencias eran muy marcadas y los modelos de país también;
consideraron que la mejor solución era hacer dos estados diferentes: la
capitalista República Federal Alemana y la comunista República Democrática
Alemana. Berlín quedaría dividida con más de 80 puntos de control en el muro.
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La
separación de la población de Berlín trajo consigo horror. Eran muchos los que
querían salir de la zona oriental, y más de 100 murieron en el intento. Otros
tuvieron más suerte y, burlando los exhaustivos controles, pudieron traspasar
el muro. Familias separadas, amigos que dejaron de verse, las consecuencias de
la instalación del muro hacían mella en una población cada vez más agotada.
Finalmente,
el paso del tiempo y la desesperación de la gente harían caer el muro. Austria
y Hungría abrieron sus fronteras, ya que cada vez más alemanes acudían para
pedir asilo. El hecho de que los alemanes se viesen obligados a huir de su país
hizo que la población se indignase, formando manifestaciones en la céntrica
AlexanderPlatz que forzaron al gobierno de la RDA a permitir el paso hacia la
zona occidental. El éxodo fue masivo y el muro abriría sus primeras brechas
para unificar a un país que vivió tres décadas separado.
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