En los últimos tres años, la Dirección General de Tráfico ha recaudado 508 millones de euros tan solo con multas de velocidad, lo que resulta una media de casi 170 millones de euros al año. Por lo que no parece extraño que cada día que pasa se instalen nuevos radares y se establezcan límites de velocidad progresivamente más bajos para incrementar la recaudación. Pero claro, los radares están por nuestra seguridad.
Los españoles en lo general no somos muy propensos a cumplir los límites de velocidad. Pero lo que en realidad que tenemos un grave problema, pues por un lado cada cada vez se modifican con más frecuencia los límites y demás normas de tráfico. Mientras que por el otro lado los conductores siguen incumpliendo las normas porque los límites no son realistas.
En el próximo Reglamento General de Circulación, hay nuevos límites de velocidad. Pero estos no se van por aquellas ramas de 130 km/h en tramos y circunstancias concretas. Me refiero a la limitación a 90 km/h en toda carretera no desdoblada de más de 6,5 metros de calzada, de 70 km/h en las carreteras de menos de esa anchura pero con marcas en el centro y de 50 km/h en las que no tengan esa marcas que indican el centro de la carretera
De hecho los radares son una máquina de hacer caja para el Estado pero no debemos olvidar que es cierto que ese miedo a se capturados superando los límites de velocidad evita la tentación de pisar el acelerador, lo que inevitablemente mejora la calidad del tráfico.
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